domingo, julio 11, 2010

Brillante Nocturno

De encadenantes besos que atormentaban la más serena conciencia, se quedó desierta la noche; no era el fuego, era la carne viva en combustión lo que provocaba la alucinación entre tu piel y mi mirada, mi ceguera nocturna esperando la cura del ritmo perpetuo de tu cuerpo. Ya sé que las cenizas son llevadas por el viento, pero las que cubren mi garganta y mis dedos quemados, se amalgaman con la humedad salina que emana de mis ojos, ¿cómo habra de llevarse el viento costras de ceniza sin erosionar un cuerpo hecho de arena? No es gratuito el dolor en la mirada ausente o en los ojos dilatados, si te embebía incrédula mi mente jinetear al mismo tiempo sesos y deseo, ahora te imagino doliente desde el vacío de las grietas en mi espalda, entre en mis piernas, en la voz para nombrarte, en el camino truncado de tus labios rojos al sabor negro de mi cabello; te imagino o quizá te añoro sólo por hacerlo, sólo para creer que despertaré del sueño donde te tengo atrapado y podré ver de nuevo goteando la sin razón que mantenía calurosos nuestros pechos... nuestro blanco brillante nocturno.