sábado, marzo 13, 2010

Sustantiva

El tercer amanecer con Ella. Quizá la tercera semana. Podrían ser años si así lo quisiera.

En el momento que llegó a mi habitación, la sentí sentarse en mi cama, me murmuró una pregunta al oído; la creí una de mis alucinaciones nocturnas y no pude negarme. Al instante siguiente la luz había llegado de nuevo a mi habitación y mientras despertaba, Ella con su imágen borrosa en mi cama, cobraba vida. Ahora tengo a esta mujer cuando abro los ojos, que parece mirar en otro tiempo, recorriendo y dibujando firmamentos inexistentes, inmutada, mórbida.
El tiempo parece ser nuestro espacio en común, en ocasiones permanece dormida por semanas mientras acontece un solo día para mí. A veces sus movimientos se miran como una estela borrosa e invaden mis oídos cómo un zumbido que jamás sale de la habitación. Su piel carece de tacto, su rostro firme como una roca no alberga más que los finos vellos que aterciopelan su piel de arcilla. Ni una arruga, ni un gesto ha cruzado por ese rostro ficticio.

-No puede permanecer una eternidad aislada... -dice Martes mientras su pensamiento se atora entre nuestros pies. Todas sus palabras tienen la voz del deseo que mantiene esclavo en su cuerpo. -Ella, es suficiente mujer... para nosotras - agrega intentando ocultar la excitación en sus negros labios para transferirla a los míos al besarme. En la oscura iluminación que me proveen sus emociones, cualquier intento por encontrarle un poco de lógica a Martes, es un intento plausible así cómo irrelevante. Su aparente estado de sensatez, no es más que un momento de agotamiento patrocinado por la intensidad de sus impulsos.

Martes devora mis muslos entre sus lágrimas y risas, mi mente permanece al mismo tiempo en mi habitación, al lado; estudiando los movimientos, los patrones y secuencas irregulares de Ella sobre la alfombra; caminando por el filo de la ventana, de pie en un vértice de la habitación.

Ella. Sustantiva. Pensamiento.
Se da a desear cómo la lógica que la profana, cómo las emociones al corromper la razón.

-¿Puedo habitarte? - Si.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tus letras siempre están en guerra irreverente.

En efecto, todos los que te leemos, te habitamos por entre los espacios de cada caracter electrónico.

Ya te extrañaba.

Xabo Martínez dijo...

Habitar un cuerpo sin fragmentos.
Como acariciando un haz de luz.
Eterno.
Habitar un río sin miradas propias
oír el eco ajeno de tu voz
y ver solo tus mejillas.
Saber que una noche
que pasas aquí, conmigo
vives suficientes vidas,
amaneceres,
horizontes múltiples,
un atardecer con cajas naranjas
una botella por montaña
barcos por zapatos,
un rebozo de cartón
por aliento.
Habito en ti
como el sueño,
ave silenciosa,
que consume mi razón;
no te alcanza,
no sabe tomar tu mano.

GM